Dos campesinos, con el hacha en la
mano, se detuvieron junto al peral.
-¡Peral -gritó el laurel, vienen
por ti!
Los campesinos, en efecto,
empuñando el hacha, comenzaron a golpear en la base del árbol, para abatirlo.
-¡Peral! -gritó entonces el mirto-,
¿adónde te vas? ¿Dónde está la soberbia que tenías cuando tus ramas estaban
cargadas de frutos?
-Ahora -añadió el laurel- no nos
harás sombra con tu follaje. El peral, herido de muerte, murmuró:
-Yo me voy con estos campesinos,
que ahora me cortan para llevarme al estudio de un gran escultor. Con su arte,
me tallará para darme la forma del dios Júpiter y me llevarán a un templo hecho
especialmente para mí, y todos los hombres me adorarán. Y tú, laurel, y tú,
mirto, estáis destinados a acabar con vuestras ramas rotas y tronchadas, porque
los hombres vendrán a coger vuestras hojas para coronarme y para rendirme los
honores que merece un dios.
Yerran los que basan todo su orgullo en el oropel de los triunfos
presentes, y por éstos sacrifican la oportunidad de dedicar sus esfuerzos a
quehaceres de mayor rango y más elevada sensibilidad.
(de Fábulas, Atl. 67 r. d.)
1.082.5 Da vinci (Leonardo) - 012
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