Erase una vez un muchacho que tenía
el vicio de hablar más de la cuenta.
-¡Qué lengua! -suspiraron un día
los dientes. ¡Nunca se está quieta, jamás está callada!
-¿Qué estáis ahí murmurando? -replicó
la lengua con arrogancia. Vosotros, los dientes, no sois más que los siervos
encargados únicamente de masticar lo que yo elijo. Entre nosotros no hay nada
en común y no os permito meteros en mis asuntos.
Así el muchacho continuaba parloteando
cosas que no venían a cuento, mientras la lengua, feliz, conocía diariamente
palabras nuevas.
Pero un día el muchacho, después de
haber hecho una necedad, permitió a la lengua decir una gran mentira. Y los
dientes, obedecierido al corazón, se dispararon todos a la vez, mordiéndosela.
Y la lengua enrojeció de sangre, y
el muchacho, arrepentido, enrojeció de vergüenza.
Desde aquel día la lengua se volvió
temerosa y prudente, y antes de hablar lo pensaba dos veces.
(de Fábulas, Atl. 67 v. a.)
1.082.5 Da vinci (Leonardo) - 012
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