Una ostra se encontro junto a otros
peces, en la casa de un pescador, poco distante del mar.
"Aquí moriremos todos",
pensó la ostra mirando a sus compañeros, que jadeaban esparcidos por el suelo.
Pasó un ratón.
-Ratón, ¡escucha! -dijo la ostra;
¿me llevarías, por favor, hasta el mar?
El ratón la miró: era una ostra
hermosa y grande, y debía de tener una rica y sustanciosa pulpa.
-Claro que sí -contestó el ratón, que
había ya decidido comérsela, pero tienes que abrirte un poco, porque no puedo
llevarte cerrada.
La ostra se entreabrió con cautela,
y el ratón, rápido, metió el hocico para morderla. Pero, con la prisa, el ratón
la movió demasiado, y la ostra se cerró de improviso, aprisionando la cabeza
del roedor. El ratón chilló. La gata lo oyó. Llegó de un salto y se lo comió.
La seguridad en uno mismo y en nuestros actos es premisa irremplazable
para emprender acciones peligrosas para la propia integridad. En su defecto, el
fracaso es poco menos que seguro.
(de Fábulas, H. 51 v.)
1.082.5 Da vinci (Leonardo) - 012
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