Un melocotonero que vivía junto a
un nogal, miraba con envidia las ramas de su compañero, cargadas de nueces.
-¿Por qué él ha de tener tantos
frutos -pensaba- mientras que yo tengo tan pocos? No es justo. Voy a tratar de
hacer como él.
-No lo intentes -dijo un joven
ciruelo que había leído su pensa-miento. ¿No ves qué gruesas ramas tiene el
nogal? ¿No ves qué tronco tan robusto? Cada uno debe dar según sus fuerzas.
Ocúpate de hacer buenos melocotones, que es la calidad lo que importa y no la
cantidad.
Pero el melocotonero, cegado por la
envidia, no le quiso escuchar. Pidió a sus raíces que chuparan más la sustancia
de la tierra, a sus fibras que hicieran correr más linfa, a sus ramas que
florecieran más, a sus flores que se transformaran en frutos; y así, al llegar
la estación, se encontró cargado de melocotones de la cabeza a los pies.
Pero los melocotones, al madurar,
aumentaban de peso y las ramas no podían sostenerlos; ni tampoco el tronco podía
sostener todas aquellas ramas colmadas de melocotones. Lanzando un gemido, el
melocotonero se quebró, con gran estruendo, el tronco se abrió y todos los
melocotones se marchitaron al pie del nogal.
La frase "la envidia es mala consejera" no es afirmación
nueva ni que necesite de mayores demostraciones; sin embargo, al envidioso de
esta fábula el castigo le viene precisamente por obtener lo que tanto anhelaba,
que resultó ser, superior sus fuerzas.
(de Fábulas, Atl. 76 r. a.)
1.082.5 Da vinci (Leonardo) - 012
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