Había una vez un perro al que le gustaba viajar solo.
En una ocasión llevaba tres días caminando sin descansar y la lluvia lo había
empapado. Llegó a una posada y, como estaba muy cansado, se echó en el suelo
junto a la chimenea y se durmió.
En esto llegaron unos ladrones que se pusieron a
cantar y a dar gritos despertando a todo el mundo con su jaleo.
Al perro se le ocurrió una idea:
-¡Qué mala suerte he tenido! -dijo con gesto apenado,
por el camino he perdido ocho monedas de oro. Soy tonto.
Se hizo el silencio. Los ladrones se fueron y salieron
al camino a buscar las monedas. Se habían creído la historia. Así, gracias a su
ingenio y habilidad, el perro pudo dormir con toda tranquilidad.
«Más vale tener ingenio que ser gracioso.»
0.999.5 anonimo fabula
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