La familia Ardilla esperaba ilusionada la visita del
tío millonario.
Este era famoso por los regalos que hacía. Las
riquezas le impor-taban poco y consideraba a las personas según sus cualidades
y virtudes.
-Ardillín, limpia tu cuarto -le pidió la madre al hijo
más pequeño, que era bastante holgazán.
-Lo dejaré como un espejo -dijo Ardillín. Pero se
tumbó en la cama soñando con los regalos que le daría su tío. Así pasó un rato
hasta que le despertó la voz de su tío.
-¡Vaya, vaya! ¡As¡ que todos trabajan para darme la
bienvenida y tú estás holgazaneando! ¡El que no trabaja no tiene regalo!
La hermanita de Ardillín intercedió por él.
-Perdónale, no volverá a holgazanear.
-Bueno, si tú me lo aseguras, confiaré en él -aceptó
al fin el tío a regañadientes.
Desde ese día, Ardillín, agradecido a su hermana, se
prometió no defraudarla.
Por supuesto, recibió un valioso regalo de su tío,
como los demás, pues se lo merecía.
«Todos se deben ayudar en la familia.»
0.999.5 anonimo fabula
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