Elefantín no tiene remedio. Mete la trompa en los
lugares más inapropiados y en el momento más inoportuno, y ¡claro!, a veces
sale trasquilado.
Cuando lo regaña doña Elefanta al verlo llegar herido,
contesta, cansada de sus tropelías:
-Si yo no hago nada, ¿es que no puedo ver lo que hay
en el mundo? Con tal de no molestar a nadie...
-¡Es que da la casualidad de que sí molestas a la gente
metiendo la trompa donde no debes, hijo! -exclama doña Elefanta.
Todo inútil. Elefantín sigue con su manía de
curiosearlo todo y de no escuchar los consejos de nadie.
¡Oh, qué desgracia! Me han dicho que Elefantín ha caído
en la trampa de unos cazadores. Seguramente acabará haciendo piruetas en algún
circo.
«El que curiosea y desobedece encuentra lo que se merece.»
0.999.5 anonimo fabula
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