Este jilguero era muy tímido. Tenía tanto miedo de que
se riesen de él, que nunca abría el pico para no emitir ningún sonido.
Un día se posó en su rama un altivo ruiseñor que
cantaba muy bien. Al ver que el jilguero no cantaba, el ruiseñor interrumpió su
canto y le preguntó:
-¿Qué ocurre, jilguerito? ¿Por qué no cantas y estás
tan calladito?
Vergonzoso, el jilguero le confesó sus temores y el
ruiseñor le respondió:
-Que cantes bien o mal no es asunto de los demás, sino
tuyo. Si no cantas, aunque sea para ti mismo, ni eres jilguero ni eres nada.
Debes cantar por encima de todo.
El tímido jilguero se convenció de las razones dadas
por el ruiseñor y desde ese momento cantó como sabía y podía, sin que nadie se
metiese con él.
«Hay que aprender a utilizar nuestras facultades y capacidades.»
0.999.5 anonimo fabula
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