Érase una vez un gato que vivía en una
alquería muy grande; allí abundaban los ratones durante todo el año y él,
rápido y buen cazador como era, estaba siempre bien surtido de comida.
Un día se dio cuenta de que sus facultades
físicas habían disminuido; ya no podía cazar ratones con la misma facilidad de
antes, de modo que decidió convertirse en un gato mendigo.
Al verle tan apacible y piadoso, todos los
habitantes de la alquería empezaron a quererle y a confiar en él, excepto una
vieja rata, que desconfiaba de su propia sombra. Esta empezó a hacerle faena
tras faena.
Un día estalló una disputa entre una liebre y
un gorrión. Ambos se disputaban el privilegio de subirse a un tronco podrido.
El gato mendigo, ni corto ni perezoso, les dijo:
¿Por qué os peleáis
tanto? Dejad que yo arregle la cuestión.
En tanto hablaba, se iba acercando a ellos,
listo para saltar y atraparlos al primer descuido. ¡Ah, las cosas que tenía que
hacer de viejo para poder comer! La vieja rata, viendo lo que se proponía,
soltó un chillido escalofriante. Tanto la liebre como el gorrión pusieron pies
en polvorosa; ella hizo lo mismo y el gato mendigo se quedó compuesto y sin
comida.
Le había salido un enemigo de cuidado. A la
vejez, viruelas, como dirían nuestros abuelos.
0.999.5 anonimo fabula
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