Si
se acuerda el lector de la tertulia
en
que, en presencia de animales varios
la
zorra adivinó por qué se daban
elogios
avestruz y dromedario,
sepa
que en la mismísima tertulia
un
día se trataba del gusano
artífice
ingenioso de la seda,
y
todos ponderaban su trabajo.
Para
muestra presentan un capullo;
examínanle,
crecen los aplausos:
Y
aun el topo, con todo que es un ciego,
confesó
que el capullo era un milagro.
Desde
un rincón la oruga murmuraba
en
ofensivos términos, llamando
la
labor admirable, friolera,
y
a sus elogiadores, mentecatos.
Preguntábanse,
pues, unos a otros:
«¿Por
qué este miserable gusarapo
el
único ha de ser quien vitupere
lo
que todos acordes alabamos?»
Saltó
la zorra y dijo: «¡Pese a mi alma!
El
motivo no puede estar más claro.
¿No
sabéis, compañeros, que la oruga
también
labra capullos, aunque malos?»
Laboriosos
ingenios perseguidos,
¿Queréis
un buen consejo? Pues cuidado.
Cuando
os provoquen ciertos envidiosos,
no
hagáis más que contarles este caso.
La
literatura es la profesión en que más se verifica el proverbio:
¿Quién es tu enemigo? El de tu oficio.
Iriarte (Tomas de) - 043
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