Ciertos
animalitos,
todos
de cuatro pies,
a
la gallina ciega
jugaban
una vez.
Un
perrillo, una zorra
y
un ratón, que son tres:
una
ardilla, una liebre
y
un mono, que son seis.
Este
a todos vendaba
los
ojos, como que es
el
que mejor se sabe
de
las manos valer.
Oyó
un topo la bulla
y
dijo: «Pues, pardiez,
que
voy allá, y en rueda
me
he de meter también.»
Pidió
que le admitiesen;
y
el mono, muy cortés,
se
lo otorgó (sin duda
para
hacer burla de él).
El
topo a cada paso
daba
veinte traspiés,
porque
tiene los ojos
cubiertos
de una piel.
Y
a la primera vuelta,
como
era de creer,
facilísimamente
pillan
a su merced.
De
ser gallina ciega
le
tocaba la vez;
y
¿quién mejor podía
hacer
este papel?
Pero
él, con disimulo
por
el bien parecer,
dijo
al mono: «¿Qué hacemos?
Vaya,
¿me venda usted?»
Si
el que es ciego y lo sabe,
aparenta
que ve,
quien
sabe que es idiota,
¿confesará
que lo es?
Nadie
confiesa su ignorancia, por más patente que ésta sea.
Iriarte (Tomas de) - 043
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