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viernes, 26 de septiembre de 2014

La discordia de los relojes

Convidados estaban a un banquete
diferentes amigos, y uno de ellos,
que faltando a la hora señalada
llegó después de todos, pretendía
disculpar su tardanza. «¿Qué disculpa
nos podrás alegar?» le replicaron.
Él sacó su reloj, mostrole, y dijo:
«¿No ven ustedes cómo vengo a tiempo?
Las dos en punto son.» -«¡Qué disparate!
le respondieron: tu reloj atrasa
más de tres cuartos de hora.» -«Pero amigos,
(exclamaba el tardío convidado),
¿qué más puedo yo hacer que dar el texto?
Aquí está mi reloj...» Note el curioso
que era este señor mío como algunos,
que un absurdo cometen, y se excusan
con la primera autoridad que encuentran.
Pues, como iba diciendo de mi cuento,
todos los circunstantes empezaron
a sacar sus relojes, en apoyo
de la verdad. Entonces advirtieron
que uno tenía el cuarto, otro la media,
otro las dos y treinta y seis minutos,
este catorce más, aquél diez menos:
no hubo dos que conformes estuvieran.
En fin, todo eran dudas y cuestiones.
Pero a la Astronomía cabalmente
era el amo de casa aficionado;
y consultando luego su infalible,
arreglado a una exacta meridiana,
halló que eran las tres y dos minutos,
con lo cual puso fin a la contienda,
y concluyó diciendo: «¡Caballeros,
si contra la verdad piensan que vale
citar autoridades y opiniones,
para todos las hay; mas por fortuna,
estas pueden ser muchas, y ella es una.»

Los que piensan que con citar una autoridad, buena o mala, quedan disculpados de cualquier yerro, no advierten que la verdad no puedo ser más de una, aunque las opiniones sean muchas.

Iriarte (Tomas de) - 043

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