Un
oso, con que la vida
ganaba
un piamontés,
la
no muy bien aprendida
danza,
ensayaba en dos pies.
Queriendo
hacer de persona,
dijo
a una mona: «¿Qué tal?»
Era
perita la mona,
y
respondiole: «Muy mal.»
Yo
creo, replicó el oso,
que
me haces poco favor.
¡Pues
qué! ¿Mi aire no es garboso?
¿No
hago el paso con primor?
Estaba
el cerdo presente,
y
dijo: «¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín
más excelente
no
se ha visto ni verá.»
Echó
el oso, al oír esto,
sus
cuentas allá entre sí,
y
con ademán modesto
hubo
de exclamar así:
«Cuando
me desaprobaba
la
mona, llegué a dudar:
mas
ya que el cerdo me alaba,
muy
mal debo de bailar.»
Guarde
para su regalo
esta
sentencia un autor:
si
el sabio no aprueba, malo;
si
el necio aplaude, peor.
Nunca
una obra se acredita tanto de mala, como cuando la aplauden los
necios.
Iriarte (Tomas de) - 043
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