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viernes, 26 de septiembre de 2014

El oso, la mona y el cerdo

Un oso, con que la vida
ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza, ensayaba en dos pies.
Queriendo hacer de persona,
dijo a una mona: «¿Qué tal?»
Era perita la mona,
y respondiole: «Muy mal.»
Yo creo, replicó el oso,
que me haces poco favor.
¡Pues qué! ¿Mi aire no es garboso?
¿No hago el paso con primor?
Estaba el cerdo presente,
y dijo: «¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín más excelente
no se ha visto ni verá.»
Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán modesto
hubo de exclamar así:
«Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar:
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar.»

Guarde para su regalo
esta sentencia un autor:
si el sabio no aprueba, malo;
si el necio aplaude, peor.

Nunca una obra se acredita tanto de mala, como cuando la aplauden los necios.

Iriarte (Tomas de) - 043

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