Arando
estaba el buey, y a poco trecho
la
cigarra, cantando le decía:
«¡Ay,
ay! ¡Qué surco tan torcido has hecho!»
Pero
él la respondió: «Señora mía,
si
no estuviera lo demás derecho,
usted
no conociera lo torcido.
Calle,
pues, la haragana reparona;
que
a mi amo sirvo bien, y él me perdona
entre
tantos aciertos, un descuido.»
¡Miren
quién hizo a quién cargo tan fútil!
¡Una
cigarra al animal más útil!
Mas
¿si me habrá entendido
el
que a tachar se atreve
en
obras grandes un defecto leve?
Muy
necio y envidioso es quien afea un pequeño descuido en una obra
grande.
Iriarte (Tomas de) - 043
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