Translate

martes, 2 de septiembre de 2014

Las abejas y los gusanos de seda

Cierto día las abejas volaron hasta el Olimpo, llegando hasta los pies del trono de Júpiter para re­cordarle que tuviese cuidado de ellas en atención al que ellas habían tenido de él, nutriéndole con su miel en el monte Ida, durante su infancia. Júpiter hubiera querido concederles los primeros honores sobre los demás animales, pero Minerva, que presi­de las artes, le hizo presente que había otra especie que disputaba a las abejas la gloria de las invenciones útiles. Júpiter quiso saber el nombre de esta especie, y le contestó Minerva:
-Son los gusanos de seda.
Entonces el Padre de los dioses ordenó a Mercu­rio que le llevase sobre las alas de los dulces céfiros, los diputados de aquel pequeño pueblo, a fin de poder juzgar después de oír ambas partes.
La abeja embajadora de su nación le hizo presente la dulzura de la miel, que es néctar de los hombres,
su utilidad y el arte con que es elaborada; después le habló también de las leyes políticas por que se rige la república de las colmenas.
-Ninguna otra especie -decíale- puede va­nagloriarse de esto, y es una recompensa haber po­dido nutrir en una cueva al Padre de los dioses. Además nosotras poseemos el valor bélico cuando nuestra reina anima a las tropas en los combates... ¿Es posible que estos viles y despreciables insectos osen discutirnos el primer rango? Ellos no saben más que arrastrarse, mientras que nosotras hendimos el aire con nuestro noble vuelo y con nuestras alas doradas subimos hasta los astros.
El embajador de los gusanos contestó:
-Nosotros no somos más que pequeños gusani­llos; no tenemos aquel gran valor para los combates, ni aquellas sabias leyes; pero cada uno de nosotros ostenta las maravillas de la naturaleza y se consume en un trabajo útil. Sin necesidad de leyes vivimos en paz, de modo que nunca se da la guerra entre noso­tros, mientras que las abejas luchan al cambio de cada reina. Nosotros tenemos las virtudes de Proteo que cambiaba de formas. Unas veces somos peque­ños gusanos compuestos de once pequeños anillos entrelazados con la variedad de los más vivos colores que se admiran en las flores de los jardines. Y ense­guida hilamos para que los hombres se vistan rica­mente, para adornar los tronos y los templos de Dios con magnificencia. Luego nos transformamos en bellota viva, palpitante, envuelta en una seda, que no es como la miel que se corrompe, sino que perdu­ra... Después de estos procedimientos nos tornamos mariposas profusamente adornadas de los más ricos colores. Y entonces no cedemos nada a las abejas, puesto que en vuelo llegamos hasta las puertas del Olimpo. Juzgad, pues, Padre de los dioses.
Júpiter hallábase apurado para decidirse: pero al fin declaró que el primer rango correspondía a las abejas por los derechos adquiridos en los tiempos atavicos.
-¿Por qué degradarlas? -dijo: yo les estoy agradecido; pero creo que los hombres deben aún más a los gusanillos de seda.

1.092.5 Fenelon (Salignac de la Mothe-Fenelon, François de) - 041

No hay comentarios:

Publicar un comentario