Dos
corderos estaban tranquilamente en su redil. Los perros dormían y el pastor
tocaba la flauta. Con
otros pastores vecinos, a la sombra de un olmo. Llegándose un lobo hambriento
observó por las rendijas del cercado el estado del redil. Un corderillo sin
experiencia y que todavía no conocía al mundo entró en conversación con él.
-¿Qué
buscáis aquí? -dijo el glotón.
-Hierba
tierna y florida -contestó el lobo. Bien sabes que nada es más dulce que
apacentar en un verde prado esmaltado de flores apaciguando el hambre y luego
llegar a una clara fuentecilla para apagar la sed; yo he hallado aquí cerca el
prado y la fuente. ¿Qué he de hacer? Amo la filosofía que enseña que conviene
alegrarnos un poco.
-¿Es
verdad, por ventura -dijo el corderillo, que no coméis la carne de los
animales y os contentáis con un poco de hierba? ¡Si es así, vivamos como
hermanos y apacentemos juntos!
Con
esto el corderillo, saliendo del redil, se dirigió a la pradera, donde el
excesivo filósofo lo destrozó y devoró.
Desconfiad
de las bellas palabras de la gente cuando hace alarde de su virtud. Juzgadla
por sus acciones y no por sus palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario