Translate

martes, 2 de septiembre de 2014

El joven baco y el fauno

Cierto día el joven Baco, instruido por Sileno, llamaba a las Musas en cierto bosque donde el silencio no era turbado sino por el murmullo de las fuentecillas y el canto de los pájaros. El Sol, con sus ardientes rayos, no podía penetrar el umbroso verde.
El hijo de Semele, con el fin de estudiar el len­guaje de los dioses, sentóse sobre una piedra, a la sombra de una vieja encina de cuyo tronco nacieran muchos hombres en la edad de oro. En otro tiempo había producido oráculos y la guadaña tajante del Tiempo jamás había osado herirla.
Junto a esta sagrada encina se echó un joven fau­no abriendo los oídos, atento a los versos que can­taba el niño, mientras Sileno, con una sonrisa bur­lona, anotaba las faltas de su discípulo. Las Náyades y las otras ninfas del bosque también sonreían. Baco era joven, gracioso y retozón; llevaba la cabeza co­ronada de hiedra y de pámpanos, y pendiendo de éstos, a cada lado, unos dulces racimos de uvas; por su hermosa espalda se escurría un festón de hiedra; pues el joven Baco complacíase mucho viendo aquellas hojas consagradas a su divinidad.
El fauno iba cubierto desde la cintura con una piel suave de una leona que había degollado en la selva. En sus manos tenía el cayado torvo y nudoso. Su cola levantábase por detrás sobre el dorso. Baco, no pudiendo sufrir aquella risa maligna con que se burlaba el Fauno de sus expresiones tan puras y elegantes, díjole con tono fiero e impaciente:
-¿Cómo tienes la osadía de burlarte del hijo de Júpiter?
El Fauno entonces contestó sin inmutarse:
-¿Cómo? Y ¿cómo el hijo de Júpiter tiene la osadía de caer en alguna falta?

1.092.5 Fenelon (Salignac de la Mothe-Fenelon, François de) - 041

No hay comentarios:

Publicar un comentario