Una
vez hubo un rey y una reina que no tenían hijos. Estaban tan disgustados, tan
disgustados, que nadie estuvo jamás tan disgustado como ellos. Mas al fin la
reina sintióse embarazada y dio a luz a una hija, la más bella que ha existido
jamás. Las hadas concurrieron al nacimiento; pero todas anunciaron a la reina
que su hija desposaría a un marido que tendría once bocas y una altura de
dieciocho pies, y que si no se desposaba antes de llegar a los veinte años,
sería convertida en sapo. Esta predicción llenó de angustia a la reina. Cuando la
princesa cumplió quince años, se presentó de improviso el hombre de las once
bocas y dieciocho pies de altura; pero la princesa le halló tan repugnante que
no le quiso. Entretanto se iba acercando la edad fatal y el rey, que prefería
que su hija se casase con un monstruo a verla convertida en sapo, tomó la
resolución de concederla al hombre de las once bocas. La reina consideró la
alternativa muy apurada. Preparándose
las
bodas, la reina buscó a cierta hada amiga, rogándole que estorbase las bodas.
-No
es posible, señora -contestó ella, a no ser que consintáis que convierta a
vuestra hija en pardillo. Podríais así tenerla en vuestra habitación; hablará
de noche y cantará de día.
La
reina consintió. Con esto la Princesa cubrióse de plumas finas y tomó el vuelo
hacia el rey y luego posóse sobre la reina haciéndole mil caricias. Entretanto
el rey ordenó se buscase a la princesa, y no se la pudo hallar por ninguna
parte. Toda la corte estaba de luto. La reina aparentaba apesa-dumbrarse como
los demás; pero tenía a su pardillo y con él hablaba de noche. Un día el rey le
preguntó cómo tenía un pardillo tan inteligente; y contestó ella que un hada
amiga se lo había regalado. Transcurrieron dos meses muy tristes. Después el
monstruo, cansado de esperar, dijo al rey que se comería a toda la corte,
porque era ogro, si en ocho días no le entregaban a la princesa. Esto
inquietó tanto a la reina, que manifestó todo lo ocurrido al rey. Se mandó buscar
al hada y ésta dio su forma primitiva a la princesa. Entretanto
llegó a la corte un joven príncipe, el cual, además de su boca natural, tenía
otras bocas en la extremidad de cada uno de los dedos de la mano. El rey hubiera
querido entregarle la mano de su hija; pero temía al monstruo. Pero el príncipe
quería tanto a la princesa, que se prestó a luchar con el ogro. El rey sólo
consintió después de mucho sufrir. Se señaló el día, llegado el cual los
campeones se aprestaron a luchar entre sí. Todo el mundo hacía votos a favor
del príncipe; pero al ver aquel gigante tan terrible, todos temieron por él. El
monstruo blandía una estaca de encina, que descargó con furia sobre Aglaor
(éste era el nombre del príncipe); mas Aglaor pudo evitar el golpe, y habiéndole
atravesado con su espada, el monstruo entregó su vida. Todos gritaron:
¡Victoria! Y el príncipe Aglaor desposó a la princesa con tanta más alegría
cuanto habíase librado de un rival tan terrible como molesto.
1.092.5 Fenelon (Salignac de la Mothe-Fenelon, François de) - 041
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