Dormía tranquilamente un león,
cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y
rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le
perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El
león echó a reír y lo dejó marchar.
Pocos días después unos cazadores
apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol.
Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oír los lamentos del león, corrió al lugar
y royó la cuerda, dejándolo libre.
-Días atrás -le dijo, te burlaste
de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento.
Ahora es bueno que sepas que los
pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.
Nunca desprecies las promesas de los pequeños honestos.
Cuando llegue el momento las cumplirán
1.023.5 Esopo
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