Un joven pastor, que cuidaba un
rebaño de ovejas cerca de una villa, alarmó a los habitantes tres o cuatro
veces gritando:
-¡El lobo, el lobo!
Pero cuando los vecinos llegaban a
ayudarle, se reía viendo sus preocupaciones. Mas el lobo, un día de tantos, sí
llegó de verdad. El joven pastor, ahora alarmado él mismo, gritaba lleno de
terror:
-Por favor, vengan y ayúdenme; el
lobo está matando a las ovejas.
Pero ya nadie puso atención a sus
gritos, y mucho menos pensar en acudir a auxiliarlo. Y el lobo, viendo que no
había razón para temer mal alguno, hirió y destrozó a su antojo todo el rebaño.
Al mentiroso nunca se le cree, aun cuando diga la verdad.
1.023.5 Esopo
No hay comentarios:
Publicar un comentario