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jueves, 19 de septiembre de 2013

El anarquista reformado

Un famoso Anarquista naufragó, y el mar lo arrojó a las playas de la isla de Gowqueechi, habitada por la antigua y po­derosa tribu de los Tumtum. Fue descu­bierto y llevado ante el Jamgrogrum, que le preguntó cuál era su fe política.
-Le preguntamos esto a todos los ex­tranjeros -explicó el Jamgrogrum, con la esperanza de conocer algún día princi­pios políticos superiores a los nuestros.
-Soy un Anarquista -respondió el re­cién llegado. Sostengo que todos los go­biernos son perversos, todas las leyes opre­sivas. Enseño que todos los Jamgrogra de­berían ser asesinados.
El monarca llamó al Primer Ministro a su lado, y tras susurrarle ciertas instruccio­nes, se retiró.
Al día siguiente, una vez que el Primer Ministro se presentó en palacio, y comió un puñado de lodo, como la etiqueta de la corte lo exigía, el Jamgrogrum le pidió no­ticias del Anarquista.
-Lo hice llevar a los baños, y fue cui­dadosamente bañado.
-¿Y entonces?
-Cuando se le preguntó, de acuerdo con las instrucciones de su Majestad, si to­davía era un Anarquista, respondió que ningún tratamiento, por duro y cruel que fuera, alteraría sus convicciones.
-Entonces -exclamó el Jamgrogrum, con el aire decepcionado de alguien pri­vado del cumplimiento de una ilusión lar­gamente anhelada- mi teoría acerca de la unidad de la suciedad y el anarquismo ha sido refutada.

-No, su Majestad -dijo el Primer Mi­nistro; murió diez minutos después del baño.

1.007.5 Briece (Ambrose)

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