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jueves, 19 de septiembre de 2013

Como se llega al ocio

Un Hombre para Quien el Tiempo era Oro, que estaba engullendo su desayuno, muy apurado por atrapar un tren, había apoyado el periódico contra la azucarera y leía mientras comía. En su apuro y abs­tracción, se clavó un tenedor en el ojo de­recho, y al extraer el tenedor, el ojo salió con él. Desde entonces, cada vez que compraba anteojos, se veía obligado a de­rrochar inútilmente su dinero en cristales para el ojo derecho, y este dispendio lo re­dujo pronto a la pobreza, por lo cual el Hombre para Quien el Tiempo era Oro se vio obligado a ganarse la vida pescando desde la punta de un muelle.

1.007.5 Briece (Ambrose)

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