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jueves, 19 de septiembre de 2013

Desengaño

Un Perro que había estado persiguien­do su propia cola abandonó la caza y se echó a reposar, encogido. En su nueva postura, descubrió que su cola estaba al alcance de sus dientes. La mordió con avi­dez, pero la soltó de inmediato, respingan­do por el dolor.

-Después de todo -dijo, hay más alegría en la persecución que en la pose­sión.

1.007.5 Briece (Ambrose)

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