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viernes, 20 de septiembre de 2013

La viuda y el soldado

Una Viuda cuyo marido había sido col­gado encadenado estaba velando el cadá­ver la primera noche, y empapada en lá­grimas imploraba al Centinela que lo cus­todiaba, que le permitiera robarlo.
-Señora -dijo el Centinela. No puedo resistir más sus ruegos; su belleza se impone sobre mi sentido del deber. Le en­tregaré el cuerpo y tomaré su lugar en la jaula, en la que un golpe de mi puñal con­fundirá a la justicia y me otorgará la felici­dad de morir por una mujer tan adorable.
-No -dijo la dama. No puedo aceptar el sacrificio de una vida tan noble. Si es cierto que usted me mira con buenos ojos, ayúdenos a mí y a mis sirvientes a lle­var el objeto sagrado a mi castillo, donde usted permanecerá oculto hasta que poda­mos huir del país.
-No -dijo el Centinela. Segura­mente sería descubierto y arrancado de sus brazos. En tres días usted puede reclamar el cuerpo de su querido esposo; después podrá conferir a un honorable soldado to­da la felicidad y distinción que a juicio de usted su devoción merezca.
-¡Tres días! -exclamó la dama. Eso es mucho para esperar y poco para fugar. Pero sin llevar carga podemos alcanzar la frontera. Ya el día comienza a romper... dejemos el cuerpo y partamos.

1.007.5 Briece (Ambrose)

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