Primera
parte
Juan
plantó una morera,
que
el que, después de un año, la veía,
con
la fe más sincera
loando
sus primores, prorumpía:
-«¡Bien
haya el hacedor de tal hechura!
¡Qué
flor, qué tronco, qué hoja, qué verdura!»
De
seda unos gusanos
sus
hojas agotaron roedores,
y
con dardos insanos
dieron
fin las abejas á sus flores,
dejando
el árbol de tan ruin manera,
que
Juan lo hizo cortar: ¡adiós, morera!
Así,
en suertes no iguales,
llegaron
con destino bueno ó
malo,
las
flores á panales,
las
hojas á ser seda, á efigie el palo;
pues
os advierto que en mudanza tanta
del
rudo tronco Juan hizo una santa.
Y
cual de la morera
tuvieron
hoja y flor vario destino,
de
la misma manera
los
hombres tienen encontrado sino;
que
el destino es instable como el viento.
Mas
basta de moral y siga el cuento.
Segunda
parte
A
mi lugar un día
la
gente se agolpó de la comarca,
do
festejar solía
la
virgen que llamamos de la Barca;
santa
que yo adoré, santa que aún era
la
misma que hizo Juan de la morera.
Y
á través de un concierto
que
en el templo sonaba en alto coro
(bastante
mal por cierto),
sin
oir lo sonoro
ó no sonoro,
á
una
vela escuché, no sin trabajo,
que
decía á la santa por lo bajo:
-«¿Cómo
estamos, hermana?
Yo
soy hija también de la morera.
En
mi suerte tirana,
fuí
flor, llegué á panal y ahora soy cera.
iQuién
al ver la morera nos diría,
que
al ser lo que eres, lo que soy seria!»-
«Su
desdén me acongoja-
dijo
el vestido de la santa entonces;
-llegué
á seda desde hoja,
y
sus oídos para mi son bronces.
¡Nadie
creería, al verme en la morera,
que
de un santo del tronco el traje fuera!»
-«Calle
el necio ropaje,
pues
le doy tanto honor-dijo la santa;
-y
cuide no me ultraje
la
innoble cera con locura tanta.
¡Las
parleras!... las muy... ¡Ave María!
¿Qué
hay de común entre las tres?» -seguía.
-«¿No
ven -las fué diciendo
-que
hasta el mismo escultor que me ha labrado,
en
acto reverendo
me
tributa oblación con noble agrado?»
Y
era verdad, que con amor profundo
hasta
oraba el buen Juan. ¡Cosas del mundo!
Si
empieza la existencia
los
seres al nacer mostrando iguales,
en
nuestra adolescencia
ya
veis que unos son seres celestiales,
ante
los cuales los demás oramos.
¿Mas
cuál de todos será el fin? Veamos.
Tercera
parte
A
la vela inflamada,
-«llega
-dijo el vestido, -hermana mía,
y
nuestra suerte airada
será
as¡ igual hasta la tumba fría.»-
Llegó
la vela al labio enrojecido,
é
inflamado á su luz ardió el vestido.
Crujió
entonces
la seda;
y
arrojando las chispas á millares,
fué
ardiendo en ígnea rueda
seda,
blandón, imágenes y altares;
siendo
al fin, calcinado su ornamento,
juguete
vil del agitado viento.
lAsi
en la humana vida,
si
á unos el hado en ídolos convierle,
mientras
que enrilecida
la
plebe es templo y luz... llega la muerte,
y
confunde, con bárbaros ejernplos,
aras,
ídolos, luz, galas y
templos!
Seccion
filosofica: Fabula
XVIII. Principio y fin de las cosas
1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047
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