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viernes, 3 de octubre de 2014

El labrador y la morera

Primera parte

Juan plantó una morera,
que el que, después de un año, la veía,
con la fe más sincera
loando sus primores, prorumpía:
-«¡Bien haya el hacedor de tal hechura!
¡Qué flor, qué tronco, qué hoja, qué verdura!»

De seda unos gusanos
sus hojas agotaron roedores,
y con dardos insanos
dieron fin las abejas á sus flores,
dejando el árbol de tan ruin manera,
que Juan lo hizo cortar: ¡adiós, morera!

Así, en suertes no iguales,
llegaron con destino bueno ó malo,
las flores á panales,
las hojas á ser seda, á efigie el palo;
pues os advierto que en mudanza tanta
del rudo tronco Juan hizo una santa.

Y cual de la morera
tuvieron hoja y flor vario destino,
de la misma manera
los hombres tienen encontrado sino;
que el destino es instable como el viento.
Mas basta de moral y siga el cuento.

Segunda parte

A mi lugar un día
la gente se agolpó de la comarca,
do festejar solía
la virgen que llamamos de la Barca;
santa que yo adoré, santa que aún era
la misma que hizo Juan de la morera.

Y á través de un concierto
que en el templo sonaba en alto coro
(bastante mal por cierto),
sin oir lo sonoro ó no sonoro,
á una vela escuché, no sin trabajo,
que decía á la santa por lo bajo:

-«¿Cómo estamos, hermana?
Yo soy hija también de la morera.
En mi suerte tirana,
fuí flor, llegué á panal y ahora soy cera.
iQuién al ver la morera nos diría,
que al ser lo que eres, lo que soy seria!»-

«Su desdén me acongoja-
dijo el vestido de la santa entonces;
-llegué á seda desde hoja,
y sus oídos para mi son bronces.
¡Nadie creería, al verme en la morera,
que de un santo del tronco el traje fuera!»

-«Calle el necio ropaje,
pues le doy tanto honor-dijo la santa;
-y cuide no me ultraje
la innoble cera con locura tanta.
¡Las parleras!... las muy... ¡Ave María!
¿Qué hay de común entre las tres?» -seguía.

-«¿No ven -las fué diciendo
-que hasta el mismo escultor que me ha labrado,
en acto reverendo
me tributa oblación con noble agrado?»
Y era verdad, que con amor profundo
hasta oraba el buen Juan. ¡Cosas del mundo!

Si empieza la existencia
los seres al nacer mostrando iguales,
en nuestra adolescencia
ya veis que unos son seres celestiales,
ante los cuales los demás oramos.
¿Mas cuál de todos será el fin? Veamos.

Tercera parte

A la vela inflamada,
-«llega -dijo el vestido, -hermana mía,
y nuestra suerte airada
será as¡ igual hasta la tumba fría.»-
Llegó la vela al labio enrojecido,
é inflamado á su luz ardió el vestido.

Crujió entonces la seda;
y arrojando las chispas á millares,
fué ardiendo en ígnea rueda
seda, blandón, imágenes y altares;
siendo al fin, calcinado su ornamento,
juguete vil del agitado viento.

lAsi en la humana vida,
si á unos el hado en ídolos convierle,
mientras que enrilecida
la plebe es templo y luz... llega la muerte,
y confunde, con bárbaros ejernplos,
aras, ídolos, luz, galas y templos!

Seccion filosofica: Fabula XVIII. Principio y fin de las cosas

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

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