Fastidiaba
á una noble concurrencia
una
madre amorosa, que asentaba
que
de Adolfo á admirar iban la ciencia
si
alguna fabulilla recitaba.
-«Ven
acá –dijo -niño »
Y
Adolfo, al escuchar su voz severa,
con
mucha más pereza que cariúo,
la
fábula empezó de esta
manera.
-«La
OVEJA Y EL CORDERO. Cierto día
la
oveja; con el tono que ella sabe,
daba
á su hijo lecciones de ser grave,
las
que él pronto olvidaba, ó
no aprendía.
¿Lección,
direis, y en una edad tan corta?
Es
necio, sí. Mas voy á lo que importa.
La
oveja en vano en enseñar
se ahinca,
porque
el hijo no aprende una palabra;
mas
corre, y viene, y va cual suelta cabra,
y
vuelta, y dale, y brinca que te brinca.
La
madre
del cordero era tan porra...»-
Truncó
Adolfo la historia de repente,
cual
cayendo en estúpida modorra;
y
es que viendo de dulces una fuente,
de
su memoria en mengua,
dura
como el turrón quedó su mente,
y
en agua vuelta la movible lengua.
-«Sigue,
niño» -la madre le decía.
-«Era
tan porra...
-el niño repetía;
la
madre con sus guiños le hostigaba;
-y
tan
porra...»
-el muchacho replicaba;
y
con que si era porra,
ó si no lo era,
llegó
á cansar la sociedad entera.
La
madre al fin le dijo, ya corrida:
-«Aparta,
que estás siendo, majadero,
más
torpe que el cordero de la historia,»
Y
¡oh, qué frágil memoria!
¡no
acordarse que ella era distraída
mas
porra que la madre del cordero!
No
hay acción mala ó buena
que
aplicación no tenga, si es ajena.
Mas
siendo propio el caso,
jamás
la aplicación nos sale al paso.
Seccion
moral: Fabula
XX. Nunca una moral nos cuadra
1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047
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