En el Polo Norte vivía un oso blanco, grande y fuerte.
Poseía un gran territorio en el que ningún otro animal podía poner el pie. Por
tanto, estaba en completa soledad. Esto hizo que, con el tiempo, se volviera
más huraño.
Un día llegó un pingüino vagabundo. Al verlo, el oso
se lanzó contra él, amenazante.
El pingüino logró huir. Al cabo de mucho tiempo
regresó al mismo lugar de donde había sido expulsado de forma tan violenta, pero
esta vez encontró al oso enfermo. Echado sobre el hielo, era incapaz de
moverse. El pingüino, olvidando lo pasado, cuidó al oso moribundo, quien, antes
de morir, comprendió que en el mundo hay leyes más importantes que la de la
propiedad territorial.
El oso blanco murió en lo más duro del invierno
ártico, pero no se fue solo, pues se llevaba consigo el amor desinteresado de
pingüino.
«Cuando uno recapacita, sabe en realidad lo que necesita.»
0.999.5 anonimo fabula,
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