El mono cotillón, aprovechando la ausencia de los
alumnos, revolvía pupitres y carteras para enterarse de todo.
-Yo creo que lo mejor es darle un escarcimiento -dijo
uno un día.
-Sí, ¿pero cómo lo hacemos? -respondió otro, que no
veía solu-ción.
-Conozco una pintura especial de color blanco que no
se quita con nada. Ponemos una cajita llena de dicha pintura en algún pupitre
y, cuando meta los morros, se pringará -sugirió Micifuz, un gatito muy
inteligente.
El mono cotillón siguió con su costumbre, hasta que un
día des-cubrió una misteriosa caja blanca. Picado por la curiosidad, metió los
morros en ella para ver qué escondía y se quedó pringado.
«Es de mala educación ser un curiosón.»
0.999.5 anonimo fabula,
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