Un león descansaba bajo un árbol. De pronto, una
ardillita muy imprudente pasó junto al rey de la selva. Este sintió ganas de
jugar con la ardillita y la persiguió; el pobre animalito pensó que el león
quería comérsela.
-Si me dejas ir, te ayudaré a luchar contra tus
enemigos -dijo la ardillita llena de miedo para intentar salir viva.
-¡Ja, ja! ¿Ayudarme tú, insignificante bichejo? ¡Ando,
vete y no me impacientes! -respondió despectivo el león.
Un día, el orgulloso león cayó en una trampa; intentó
escapar de la red, pero no lo consiguió. Entonces apareció la ardillita que,
pacientemente, empezó a cortar la red con sus afilados dientecillos. De esta
manera, el león se libró. Arrepentido, dijo:
-Perdóname, ardillita. No volveré a reírme de ti. Me
has dado una lección.
«Sabio es el que reconoce sus errores.»
0.999.5 anonimo fabula,
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