Estaba un
Ratoncillo aprisionado
En las garras de un
León; el desdichado
En la tal ratonera
no fue preso
Por ladrón de
tocino ni de queso,
Sino porque con
otros molestaba
Al León, que en su
retiro descansaba.
Pide perdón,
llorando su insolencia;
Al oír implorar la
real clemencia,
Responde el Rey en
majestuoso tono,
No dijera más Tito:
«Te perdono.»
Poco después
cazando el León tropieza
En una red oculta
en la maleza;
Quiere salir, mas
queda prisionero,
Atronando la selva
ruge fiero.
El libre
ratoncillo, que lo siente,
Corriendo llega,
roe diligente
Los nudos de la red
de tal manera,
Que al fin rompió
los grillos de la fiera.
Conviene al
poderoso
Para los infelices
ser piadoso;
Tal vez se puede
ver necesitado
Del auxilio de aquel más desdichado.
1.045.5 Samaniego (Felix Maria)
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