Un Burro cojo vio
que le seguía
Un Lobo cazador, y
no pudiendo
Huir de su enemigo,
le decía:
«Amigo Lobo, yo me
estoy muriendo;
Me acaban por
instantes los dolores
De este maldito pie
de que cojeo;
Si yo no me valiese
de herradores,
No me vería así
como me veo.
Y pues fallezco, sé
caritativo;
Sácame con los
dientes este clavo,
Muera yo sin dolor
tan excesivo,
Y cómeme después de
cabo a rabo.»
«¡Oh! dijo el
cazador con ironía,
Contando con la
presa ya en la mano,
No solamente sé la
anatomía,
Sino que soy
perfecto cirujano.
El caso es para mí
una patarata,
La operación no más
que de un momento;
Alargue bien la
pata,
Y no se me
acobarde, buen Jumento.»
Con su estuche
molar desenvainado
El nuevo profesor
llega al doliente;
Mas éste le dispara
de contado
Una coz que le deja
sin un diente.
Escapa el cojo,
pero el triste herido
Llorando se quedó
su desventura.
«¡Ay infeliz de mí!
bien merecido
El pago tengo de mi
gran locura.
Yo siempre me llevé
el mejor bocado
En mi oficio de
Lobo carnicero;
Pues si puedo vivir
tan regalado,
a qué meterme
ahora a curandero?»
Hablemos en razón:
no tiene juicio
Quien deja el propio por ajeno oficio.
1.045.5 Samaniego (Felix Maria)
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