«Callen todos los
perros de este mundo
Donde está mi
Palomo;
Es fiel, decía el
Amo, sin segundo,
Y me guarda la casa... Pero ¿cómo?
Con la despensa
abierta
Le dejé cierto día:
En medio de la
puerta,
De guardia se
plantó con bizarría.
Un formidable gato,
En vez de perseguir
a los ratones,
Se venía, guiado
del olfato,
A visitar chorizos
y jamones.
Palomo le despide
buenamente;
El gato se encrespa
y acalora;
Riñen
sangrientamente,
Y mi guarda jamones
le devora.»
Esto contaba el Amo
a sus amigos,
Y después a su casa
se los lleva
A que fuesen
testigos
De tal fidelidad en
otra prueba.
Tenía al buen
Palomo prisionero
Entre manidas
pollas y perdices;
Los sebosos riñones
de un carnero
Casi casi le
untaban las narices.
Dentro de este
retiro a penitencia
El triste fue
metido,
Después de algunos
días de abstinencia.
Al fin, ya su
señor, compadecido,
Abre con sus amigos
el encierro:
Sale rabo entre
piernas, agachado;
Al Amo se acercaba
el pobre Perro,
Lamiéndose el
hocico ensangrentado.
El dueño se
alborota y enfurece
Con tan fatales
nuevas.
Yo le preguntaría:
¿Y qué merece
Quien la virtud expone a tales pruebas?
1.045.5 Samaniego (Felix Maria)
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