Un día el agua, encontrándose en su
elemento, es decir, en el soberbio mar, fue presa del deseo de subir al cielo.
Se dirigió entonces a otro
elemento, al fuego, suplicándole la ayudase. El fuego aceptó, y con su calor la
volvió más ligera que el aire, transformándola en un sutil vapor.
El vapor se levantó hacia el cielo,
voló muy alto, hasta los estratos más ligeros y fríos del aire, donde el fuego
no podía ya seguirlo. Entonces las partículas del vapor, ateridas de frío, se
vieron obligadas a juntarse apretadamente, volviéndose más pesadas que el aire.
Y cayeron en forma de lluvia. Más que caer, se precipitaron. Habían subido al
cielo demasiado llenas de soberbia, y fueron inmediatamente puestas en fuga. La
lluvia fue bebida por la tierra sedienta y así, al quedar mucho tiempo
prisionera del suelo, el agua purgó su pecado con una larga penitencia.
(de Fábulas, Fo. III. 2 r.)
1.082.5 Da vinci (Leonardo),
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