Una noche, en un claro del
monte[1],
la mula y el tigre discutían sobre cuál de los dos podía manejarse mejor
en la oscuridad.
Hicieron algunas apuestas.
En una de ésas se sacudió
el tigre, y los dos gritaron,¡un pelo!, ¡un pelo!
-Yo lo vi -dijo el tigre.
-Yo le sentí[2]
el tropel -explicó la mula.
El ojo del tigre había
descubierto el pelo que volaba en la oscuridad, pero el oído de la mula lo
había reconocido por la vibración que producía en el aire.
Nadie debe despreciar las
cualidades ajenas: pueden ser tan buenas como las propias.
Tomado del libro: Antología Folklórica Argentina para las
Escuelas de Adultos - Consejo Nacional de Educación. (1940)
0.015.5 anonimo (argentina),
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