Una
fresca mañana,
En
el florido campo
Un
Poeta buscaba
Las
delicias de mayo.
Al
peso de las flores
Se
inclinaban los ramos,
Como
para ofrecerse
Al
huésped solitario.
Una
Rosa lozana,
Movida
al aire blando,
Le
llama, y él se acerca;
La
toma, y dice ufano:
«Quiero,
Rosa, que vayas
No
más que por un rato
A
que la hermosa Clori
Te
reciba en su mano.
Mas
no, no, pobrecita;
Que
si vas a su lado,
Tendrás
de su hermosura
Unos
celos amargos.
Tu
suave fragancia,
Tu
color delicado,
El
verdor de tus hojas
Y
tus pimpollos caros
Entre
estas florecillas
Pueden
ser alabados;
Mas
junto a Clori bella,
Es
locura pensarlo.
Marchita,
cabizbaja,
Te
irías deshojando,
Hasta
parar tu vida
En
un desnudo cabo.»
No
despegó sus labios,
Le
dijo, resentida:
«Poeta
chabacano,
Cuando
a un héroe quieras
Coronar
con el lauro,
Del
jardín de sus hechos
Has
de cortar los ramos.
Por
labrar su corona,
No
es justo que tus manos
Desnuden
otras sienes
Que
la virtud y el mérito adornaron.»
1.045.5 Samaniego (Felix Maria) - 000
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